domingo, 17 de agosto de 2008

El Deporte en México

Es muy peculiar que, cada cuatro años, se pone de manifiesto la debacle que es el deporte México (entre otras cosas). Vemos las mismas figuras que se aprecian en todas las actividades de la vida pública: corrupción, mentira, engaño al pueblo y una gran, pero muy gran ineptitud.

El pretexto fundamental es que hay poco dinero, pero esa salida no es real: México tiene mucho, muchísimo dinero, pero lo tiene para devolver impuestos a las grandes empresas, como Bimbo, Televisa, TV Azteca, grupo Femsa, grupo Carso, algunos bancos, etc. Todos los excedentes petroleros se despilfarran en lograr que esas empresas paguen cantidades mínimas de impuestos (el consorcio Bimbo, por ejemplo, paga $ 70.00 al año). México cuenta con recursos superabundantes cuando se trata de pagar comerciales que buscan engañar a los televidentes sobre una supuesta reforma petrolera que pondrá este recurso natural y su procesamiento en manos de los monopolios extranjeros.

Pero no hay dinero para el deporte, como tampoco lo hay para las universidades públicas ni para las actividades culturales. No hay dinero para el deporte porque sería darle algo al pueblo, darle en vez de saquearlo, porque la práctica deportiva no es patrimonio de las obesas y sedentarias clases adineradas (para las que trabaja el gobierno de México), sino es patrimonio del pueblo común, al que no se le da nada, porque está para ser saqueado en todos los respectos.


Las “marcas” mexicanas


El asunto del deporte resulta tan surrealista como todas las actividades de este gobierno ilegítimo que padece México. Para paliar la falta de apoyos, que dan por resultado la baja calidad de los deportistas, se ha acuñado el concepto de “marcas mexicanas”, así las cosas no son tan graves cuando un nadador, por ejemplo, no sólo no califica para las finales, sino que figura allá por el lugar 40, pero se le ve superar sus propios tiempos: supera la marca mexicana, que está muy por debajo de las marcas mundiales.

Es de dar risa cuando se escucha a los cronistas explicar que fulano de tal competidor “supero la marca mexicana” en su deporte, aunque no figure ni por asomo en los podios de premiación. Pero debemos dar un vistazo a las condiciones que tienen los competidores mexicanos: aparte de los que son amigos del pariente de tal o cual funcionario, magistrado u obispo, y que sólo van en la delegación a hacer turismo a costa de los recursos supernumerarios que son utilizados para estos casos, están los deportistas de verdad.

Tienen apoyo del CONADE: alojamiento, comida y lugar a donde entrenar. ¿Eso nada más? Sí, no reciben salario alguno, por lo que si tienen familias a las que mantener deben trabajar aparte, en la actividad a que se dediquen: oficinistas, mensajeros, estudiantes, etc. Esta condición no les concede excepciones: si llegan tarde a su trabajo por incrementar su entrenamiento, los pueden correr, si son estudiantes nadie les exime de sus exámenes por hacer deporte y, si quieren entrenar y necesitan dinero para sobrevivir, pues se meten en competencias en las que ganen premios en efectivo.

No los beca el gobierno, como pasa en países notablemente más pobres que el rico México, ser deportista es un gusto, no merecen salario en México. Entonces, tienen que repartir su tiempo entre el que utilizan para laborar y el que emplean para entrenar, por lo que todo lo que logran se lo deben a su tesón y disciplina.

Esta situación se hace más grave en los estados, lugares como Coatzacoalcos carecen por completo de instalación alguna para la práctica deportiva: no hay una alberca olímpica con poza de clavados, no hay un gimnasio público con aparatos para gimnasia, no hay pista alguna para la práctica del atletismo, no hay ciclo pistas, y se proyecta una, muy risible, con seiscientos metros de longitud. Tampoco hay velódromo, ni seguridad en la mar para el canotaje, menos aún carreras atléticas serias, que se lleven a cabo en los horarios lógicos para ello en el clima tropical. Los profesores de educación física son obesos, alcohólicos e incapaces de entrenar siquiera ellos mismos, cuantimenos a deportista alguno.

Pero esta situación no es privativa de Coatzacoalcos, así sucede en el puerto de Veracruz, en la capital Xalapa y en la mayor parte de las ciudades de la extensa y muy rica provincia mexicana. No es de extrañarse que los deportistas mexicanos fracasen frente a los de países que toman la cosa en serio, como Jamaica, Kenia, Etiopía o Zimbabue, para no hablar de Cuba, China o de los Países Bajos. Al contrario, es digno de más crédito debido al esfuerzo personal que eso entraña, ya que no sólo se trata de entrenar, sino de luchar contra un sistema incapaz.

En suma, los mexicanos ya sabemos que nuestros impuestos no se emplean tampoco en fomentar el deporte, como no se utilizan para la educación pública, ni para la obra pública de calidad, sino que se utilizan los impuestos de los pobres para dar las devoluciones que las ricas empresas reciben. ¿Será esta la cause de la inseguridad que se padece en el país?

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