domingo, 26 de octubre de 2008

Carreteras Turísticas

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Uno de los ejemplos del enorme interés que el gobierno de Veracruz, y el de Coatzacoalcos, tienen en estimular el turismo en la región es la ruta de acceso del aeropuerto a Coatzacoalcos, particularmente en el tramo de cerca de cuatro kilómetros que constituye el acceso a esta ciudad.
La vía, que funciona como carta de presentación de la ciudad, desde hace casi seis meses es más problemática que un camino de terracería, realmente parece planeada para que los vehículos tengan problemas para circular. Tres de los seis carriles que tiene están bloqueados por una serie de muros que los imposibilitan para circular y los tres restantes han sido trazados para que funcionen como si fueran dos, pero llenos de baches tan profundos y amplios que parecen cráteres, interrumpidos con series de topes, bien planeados para hacer difícil la circulación a la vez que para deteriorar a todo tipo de vehículos.

Lo que parece hecho para provocar risa es que, para reparar de la manera más deficiente que pueda imaginarse, con materiales que los deslava la primera lluvia, se obstruyen los carriles por largas horas, en los lapsos de mayor tráfico del día y, por supuesto, cuando pueden ingresar o salir viajeros de la ciudad, las máquinas, camiones materialistas, revolvedoras, retroexcavadoras y buldóceres salen para obstruir aún más la circulación.

El resultado es que ningún viajero llega por placer a Coatzacoalcos, los que se ven obligados a llegar a la ciudad tienen que padecer esta problemática que disuade de acerarse a esta ciudad a descubrir los atractivos turísticos del sur de Veracruz. Mejor hospedarse en Minatitlán o Acayucan.

Otra cosa es la que sucede con el municipio indígena de Pajapan, colindante con el de Coatzacoalcos, que se preocupa por dar mantenimiento a los caminos y carreteras de su jurisdicción. Un ejemplo claro es el camino que une a Pajapan con la población de Cerritos, cerca del aeropuerto de Canticas. El camino pasa por varios lugares históricos, como lo es San Miguel Temoloapan, lugar a donde estuvo la hacienda del general Eulalio Vela, jefe político del cantón de Minatitlán gracias a quien se hicieron las gestiones que culminaron con la emancipación municipal de Coatzacoalcos. También pasa por la población de El Pescador, centro turístico con albergue cercano a la laguna de Minzapan y donde se producen diversas artesanías y medicamentos naturales.

Esta ruta, de quince kilómetros de terracería y diez de pavimento, se mantiene en perfectas condiciones, la autoridad municipal de Pajapan proporciona un mantenimiento constante, mediante labores de apisonamiento de piedra y conformación mecánica del camino, la vía no sólo no se ve interrumpida en las lluvias, sino que no tiene baches notables, ni topes, ni se ve la maquinaria obstruyendo la circulación, y no se trata de escasos cuatro kilómetros, sino de veinticinco.

Conclusión: el municipio de Pajapan resulta más amigable y apto para el turismo que el de Coatzacoalcos, no obstante las diferencias presupuestarias y de infraestructura.
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La Paz y su Bandera

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No cabe duda que el sistema es capaz de invertir y corromper todos posibles valores. La paz no es ningún valor, pero la guerra es muy cruel; en la guerra mueren inocentes, los niños quedan sin familia, la miseria se hace patente en toda la geografía de un país en guerra, los jóvenes son utilizados por quienes hacen la guerra y sacrifican sus vidas a cambio de nada. En las guerras nadie gana y los pueblos son vencidos por los intereses de quienes crean las guerras.

El sistema capitalista descansa sobre el concepto de guerra y sometimiento, produce una gran miseria en los pueblos que son avasallados en la competencia mortal llamada mercado, que es como un campo de batalla en que unos buscan ganar lo que otros poseen. El despojo, la miseria y la muerte son el signo distintivo del capitalismo. Hoy en día, el sistema capitalista –que todo lo corrompe– ha creado una inmensa masa de desposeídos, que viven en una miseria tal que su capacidad de consumir los bienes superabundantes que produce el sistema es casi nula, con lo que el sistema capitalista entra en una de sus características contradicciones: producir una inmensa cantidad de satisfactores que muy pocos pueden consumir.

Esos muchos que no pueden ni siquiera consumir lo que necesitan para vivir: alimentos, medicinas, atención médica, casa y transporte, son las víctimas de esa extrema violencia que define al sistema capitalista. ¿Cómo será que reaccionen ante esta violencia?
¿Qué haría usted si no le dieran alimento ni trabajo para comprarlo, si lo sacaran de su casa por no poderla pagar, si su medio de transporte desapareciera y no pudiera pagar siquiera el camión que le lleve a donde vaya. Si no le dieran trabajo ni oportunidad de nada porque “no hay dinero” para usted. ¿Lo tomaría con paz o sentiría una furia incontenible? La respuesta es obvia.

Así que el sistema tiene que llenar su ambiente de mensajes sobre la paz, la necesaria paz, la paz como un “valor”. Son “malos” los que no quieren la paz, los que se violentan ante la injusticia, los que protestan y gritan. Los “buenos” quieren la paz, esa paz que no protesta, en la que, de manera ficticia e infantil, se toman de las manos para vibrar con la paz del mundo, para pedir la no–violencia por parte de los despojados del sistema.

Esa paz, esa bandera, esa certificación, además de ser símbolos superficiales, son símbolo profundo de un engaño en que se dejan llevar –por ignorancia e inconsciencia– las personas que esto aplauden, en vez de ver con indignación la trampa del sistema capitalista que busca la paz para seguir explotando a los miserables antes de que mueran, eso sí, en silencio, sin protestas y en paz.
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jueves, 2 de octubre de 2008

2 de Octubre

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Cierto que no se olvida la herida del 2 de octubre. Y menos se olvida cuando tomamos conciencia de que las armas de México se “cubrieron de gloria en Tlatelolco”, de esa manera en que se han venido cubriendo de gloria a través de los años: masacrando, asesinando jóvenes inocentes, ametrallando niños, violando ancianas, desapareciendo a maestros y estudiantes con sentido crítico, protegiendo a las peores rémoras de la historia mexicana.

Las armas mexicanas se cubrieron de esa gloria vergonzosa de la que no quisieran hablar los militares –de esa gloria negra de la que aún no desean hablar. Para esas nada honorables actividades es que en México hay un ejército, del que se avergüenzan incluso quienes fueron educados en la milicia. Escuché, después de la masacre de 1968 a un militar que honraba la disciplina de su carrera decir “por primera vez en la vida me avergüenzo de ser militar…”. El valor y la disciplina hay que tenerlos para desobedecer las órdenes de disparar contra el pueblo. Ese sentido del deber no lo conoce la mayor parte de los militares.

Y hoy en día, después de una supuesta democratización de la vida mexicana, sigue gobernando ese conservadurismo que le da la mano al gorila militar para ordenar que dispare en contra del pueblo hambreado y castrado, educado en la ignorancia. Pero que no lo crea tanto, porque el pueblo repudia la manera en que han pisoteado su dignidad para favorecer –una vez más– a las grandes empresas imperialistas.

Que no lo crean tanto, porque quien nada tiene que perder, tiene mucho por ganar en la lucha. Que no crean que ese pueblo esté tan castrado que ya ni sueñe, porque ese pueblo sabe que es mayoría y que sin armas, a gargajos si es posible, puede vencer a ese ejército que se cubre de gloria con la injusticia en contra de su propio pueblo.

Porque los soldados de ese ejército saben que, antes de cumplir la orden de disparar contra sus familias para defender la cobardía de políticos, banqueros y explotadores del trabajo humano, pueden voltear sus cañones en contra de sus opresores. ¡Estamos anhelando que llegue ese día y sea depuesto de una buena vez el mal gobierno que domina al país!

Entonces sí se podrá formar un ejército de verdad, de verdaderos hombres que se cubran de gloria al defender lo que es de sus hermanos de raza y clase social. Ese día debe llegar para México, y vale la pena conseguirlo a cualquier precio.
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