jueves, 6 de diciembre de 2007

La Desaparición de los Gemelos de El azuzul

Por el mes de octubre de 1987, Felipe Alafita Hipólito dueño del rancho El Azuzul, localizado en el municipio de Texistepec, en la proximidad del pueblo de San Lorenzo, reportó uno de los más significativos hallazgos de la cultura olmeca. Se trataba de una escultura de basalto, con 80 cm. de altura y un peso de más de 100 kilogramos. La escultura fue encontrada cuando los peones del rancho estaban barbechando la tierra y preparándola para la siembra del siguiente ciclo agrícola.

En esos días, Felipe Alafita era alcalde de Oluta, municipio en donde radica él y su familia. Días después del primer hallazgo, apareció otra escultura semejante, al grado de que se les bautizó de inmediato como “los gemelos”, cosa que llenó de interrogantes al dueño del rancho y a los que supimos del hallazgo, que creció con la localización de un jaguar, también de basalto, en la proximidad de los gemelos y un segundo jaguar a corta distancia de este conjunto escultórico.

En aquel entonces, los accesos desde el pueblo de San Lorenzo al rancho El Azuzul eran mediante una tortuosa vereda que sólo podía ser transitada a caballo, ya que los lodazales por los que pasaba no eran fáciles de caminar ni siquiera a pie. Pero el interés por el conjunto escultórico creció y su fama sobrepasó las fronteras, así que se hizo necesario construir un camino de acceso, que benefició a los productores de esa enorme cuenca media del Coatzacoalcos. Alafita tuvo el acierto de conservar las esculturas en el exacto sitio y con la orientación que tenían antes de ser descubiertas, por lo que el museo que se integró cumplía con las normas más avanzadas de la museografía, que permiten al visitante ver las piezas en su sitio original y darse cuenta de las capas estratigráficas que rodean a éstas, así como de todas las características que permiten reconstruir el entorno más antiguo de las piezas.

Bien asesorado, Felipe Alafita integró una asociación civil que tenía como uno de sus estatutos el resguardo del patrimonio cultural de la nación, pudiendo así ser custodio de las piezas escultóricas, de gran calidad, que se encontraron en el rancho El Azuzul.

Pero la ambición de los traficantes de piezas arqueológicas comenzó su acecho. Años atrás, con el pretexto de integrarlas al museo de arqueología de Xalapa, el entonces gobernador, Agustín Acosta Lagunes, había negociado con los ejidatarios de San Lorenzo para que le permitieran llevarse algunas piezas a cambio de la apertura del camino hacia Texistepec y la instalación de electricidad en todos esos pueblos. Las piezas se fueron, el camino se abrió en la temporada seca para poder sacar las piezas ambicionadas, pero con las lluvias se hizo –otra vez– intransitable. La electrificación tardó muchos años en llegar. Los ejidatarios habían sido engañados una vez más y su riqueza cultural expoliada.

Poco después, los arqueólogos de Xalapa hicieron saber que algunas piezas del museo no eran originales, sino que un afamado copista las había sustituido por las originales, que estaban ya en algunas casas de coleccionistas extranjeros. Acosta Lagunes era el señalado como responsable en la impunidad.


Con estos antecedentes, Alafita se negó una y otra vez a que el personal del INAH se llevara el conjunto escultórico de los gemelos para hacerle supuestas restauraciones. Al contrario: se empeñó en que el camino estuviera en condiciones como para que pudieran ser conocidos por los más diversos estudiosos y visitantes. Y los gemelos se convirtieron en una bendición para los campesinos de esa región, el camino les permitió sacar sus cosechas y crecer en su economía.

Pero también con el camino llegaron más arqueólogos y aventureros. En los primeros años de la década de 1990 comenzó un proyecto conjunto entre la UNAM y el INAH para explorar nuevamente el enorme sitio arqueológico de San Lorenzo, ahora con auxilio de las más novedosas técnicas de la bioquímica, el estudio genético y de DNA, todo esto encaminado a identificar el modo de vida cotidiano de los olmecas. Los pisos de las casas habitación, los lugares del hogar, los restos microscópicos de plantas y animales en ese entonces aprovechados, eran el leitmotiv de este nuevo estudio.

Pero también llegaron aventureros que, a toda costa, buscaron sacar a los gemelos de su sitio original. Primero buscaron comprarlos, pero los campesinos de la asociación civil que los custodiaba se negaron; después quisieron llegar de noche y armados, pero los campesinos vieron movimientos sospechosos y se congregaron para impedirlo.

Así las cosas, se creó una controversia entre la arqueóloga encargada del proyecto y Alafita, derivada de acusaciones que se hacían. Alafita afirmó en los periódicos que la “gringa” estaba vendiendo las piezas arqueológicas que se encontraba en sus exploraciones, lo que provocó la indignación de los campesinos, que apoyaron al líder para pedir que se suspendiera ese proyecto científico. Afortunadamente no se canceló.

Por su parte, la arqueóloga comenzó a decir que la manera en que se conservaban los gemelos no era la correcta y se estaban deteriorando las piezas. Esto movió a que se instalara una mejor protección para los gemelos, pero siempre se vio rústica.

Año con año, la pugna entre Alafita y la arqueóloga fue creciendo, hasta que llegó el momento en que los expoliadores de piezas arqueológicas se aprovecharon de esto y vieron la manera de llevarse los invaluables gemelos, junto con los dos jaguares, a Xalapa. Todo tenía los visos de legalidad, era el propio INAH, representado en ese entonces por Daniel Goeritz Rodríguez (hijo del gran pintor Matías Goeritz y de la fundadora del IVEC, Ida Rodríguez Prampolini), el que actuaba. Pero detrás estaba –y sigue estando, Agustín Acosta Lagunes, quien consiguió que el multimillonario gobernador Miguel Alemán Velasco lo nombrara presidente del patronato del museo arqueológico de Xalapa.

Así que Goeritz, tal vez con la mejor intención, puso las joyas arqueológicas en manos del ambicioso ex gobernador. El primer dato es que las piezas se llevaron a los talleres de reparación del museo, esa fue la versión oficial, pero los empleados del INAH no las han visto, ni en los talleres y –mucho menos– en el museo. Un día se corrió la versión de que habían llevado a los gemelos a una exposición en Alemania, pero ninguna autoridad pudo confirmar la versión. Otra ocasión se dijo que estaban siendo exhibidos por la embajada de México en Japón, pero nuevo hermetismo para confirmar la información.

Así las cosas, parece que las autoridades del INAH en Veracruz, ahora a cargo de Armando Chacha Antele, o ignoran la ubicación de los gemelos y sus jaguares, o ya los hizo silenciosos el ex gobernador. El retraso en dar a conocer la pérdida de las piezas, parece planeado para que los veracruzanos olviden, pero un saqueo de esta naturaleza no puede olvidarse.

La verdad de las cosas, es que más hubiera valido que las piezas se quedaran en su sitio, donde eran custodiadas por personas que les tenían un aprecio más allá de su valor monetario, pero fueron saqueadas con apoyo de las autoridades judiciales, y eso es mucho más grave, pues actuaron como autoridades para solapar un delito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la gringa "ana" cuando los trabajadores en contraban algo los retiraba del lugar y se que daba sola porque no lose cuando el difunto "jose hernandez" en contro el jaguar lo retiro del lugar y eso que era un lider por que no lose no se les hace algo rarome gustaria que pusieran fotos de boca del rio,ixtepec.cardenas,la ampliacion,las camelias,san lorenzo y tenochtitlan

Anónimo dijo...

Porque no rastrean a la arqueologa para que "hable" y diga donde estan. Porque no es patromonio de unos cuantos sino mundial.