miércoles, 9 de abril de 2008

Aclarando al Faro

Hay que escuchar las razones que tienen las personas, para comprender sus acciones –tal vez no para justificarlas, pero sí para tomar una exacta dimensión de su actuar. Este es el caso de los motivos que tiene el Director del Museo Portuario de Coatzacoalcos para no reclamar las piezas recientemente encontradas en Allende y que aportan sin duda una notoria información sobre la actividad portuaria en el Coatzacoalcos prehispánico.

Parece ser que a la asociación Museo Portuario de Coatzacoalcos, A.C., más conocido como “museo del faro”, tiene mal elaborados los estatutos del acta constitutiva y, a pesar de ser una organización establecida para ese fin, no dice explícitamente en alguno de los estatutos la expresión: “coadyuvar a la preservación del patrimonio artístico y cultural de la nación, de conformidad con el Artículo tal y tal…”. Por no poner atención a esto, el entonces presidente del Museo Portuario, Ignacio Domínguez, dejó descubierto este importante renglón que ahora, si de remediar las cosas se trata, habrá de hacer los debidos cambios en el acta constitutiva, con el consiguiente costo. Burocracia que requiere el INAH y que no hay más remedio que acatar.

Pero lo que resulta preocupante es que nadie, ningún organismo de esos, ha hecho hasta ahora gestión alguna para conservar las piezas, con lo que prueban su inutilidad para la acción. Ordóñez explicó a quien escribe estas líneas que la gestión debiera hacerla el grupo directivo del Museo Portuario, que hasta ahora ha descansado, y sigue descansando de no hacer nada. Por esta razón, es que Ordóñez, quien parece ser la única voz interesada en Coatzacoalcos, pidió el respaldo de la Asociación Historiográfica de Coatzacoalcos para gestionar que las piezas queden en resguardo y a cargo de esta asociación.

Cabe decir que esta Asociación sí cumple con la condición de tener ese estatuto en su acta constitutiva. Decir que incorporar este estatuto costó a este humilde (y ponzoñoso) redactor el haber tenido que alzar la voz ante el muy respetado señor Alberto Ocampo, quien entendió finalmente la necesidad de este estatuto y procedió a pedir al notario que lo incorporara. Sólo fue secundada la voz por Rafael Alcántara, quien hoy en día es presidente de la mesa directiva de esta Asociación, y quien tiene el empuje para hacer que cumpla con su función social.

Para abundar, aunque la Asociación Historiográfica de Coatzacoalcos no es un museo, sí tiene la condición formal para coadyuvar en el resguardo del patrimonio Artístico y Cultural de la Nación, por lo que sería muy sano que el INAH la tomara en cuenta y, con el debido papeleo entre asociaciones, efectuar un convenio –si es posible notarial– a fin de que se exhiban las piezas en las salas que el Museo Portuario tiene para ese fin, y se consiga el presupuesto necesario para montar la exposición con las debidas condiciones museográficas. Esto tal vez permita salvar de la muerte real a un museo –el único en Coatzacoalcos– que ha sido descuidado por los socios, lo que ha provocado el abandono presupuestario de las autoridades, y que en un tiempo más o menos corto, de seguir en esa inanición, quede como un cadáver cultural más de los que pueblan Coatzacoalcos.

Así que el reto es proceder con inteligencia, apoyarse en los que saben de estas cosas (que además son habitantes de la localidad) y dejar el relumbrón social para otros momentos. Hoy es el momento de actuar, de hacer proyectos técnicos, de convencer a los especialistas y a las instituciones, de buscar presupuestos que no entrañen compromisos ni deshonestidades. Ya pasó el inútil momento de la farsa social y llegó el momento solidario del trabajo.

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