domingo, 21 de septiembre de 2008

El Amoníaco y los Fertilizantes ¿Son Necesarios?

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México es el único país del mundo que se da el lujo de tener parada la mayor parte de las plantas productoras de amoníaco, principal insumo para la fabricación de los fertilizantes nitrogenados. Debajo de esto están, como siempre, las grandes deshonestidades del grupo en el poder que gobierna en la actualidad.

Según reportes de organizaciones civiles, el desmantelamiento de la planta productiva de amoníaco beneficia a unas pocas empresas, entre cuyos propietarios están panistas, como Samuel Kalisch, y empresas dedicadas a la distribución, como Masagro, Tepeyac, Aprodifier, Disagro y otras más, a las que se les vende caro el amoníaco, pero se permite que lo vendan aún más caro para elaborar fertilizantes.

Con esto, los agricultores se encuentran mermados por los abultados gastos en fertilizantes que se ven obligados a hacer. Pero esta es una trampa tendida también por la ignorancia de los agricultores, sobre todo los que practican la siembra de monocultivos en gran escala.
¿Qué hace el agricultor común? Después de cosechar, el maíz por ejemplo, deja el rastrojo para que se seque y lo saca de la tierra, ya sea para alimento de ganado (enriquecido con melazas) o lo apila para quemarlo posteriormente. El paso siguiente es el de aplicar fertilizantes y roturar la tierra con el arado mecánico para sembrar las semillas, a veces sembrando hasta tres por agujero, separando los agujeros alrededor de cincuenta centímetros y los carriles ochenta centímetros. Esto da por resultado que, en muchos agujeros nazcan hasta tres plantas, que se van a disputar los nutrientes. El resultado de esta práctica es que, en lugares como el sur de Veracruz, el rendimiento sea de poco más de una tonelada por hectárea, siendo esto sumamente pobre y no se compare con los lugares de agricultura intensiva, que llegan a producir arriba de diez toneladas por hectárea. Al gasto de semillas (porque es raro el campesino que saca su propia semilla), se suma el de fertilizantes, defoliadores, plaguicidas y demás insumos.

En este proceso el campesino comete un grave error: creer en los agroquímicos, como el fertilizante, los insecticidas y defoliadores, en vez de aprovechar la naturaleza misma para integrar su cultivo.

Lo primero que debe hacer es prescindir de los fertilizantes, que incluso se desperdician al ser aplicados directamente en la tierra, ya que se vuelven a la atmósfera sin que las plantas los absorban. La manera de proceder es la de integrar el rastrojo a la tierra y dejarlo enterrado unos días antes de roturar y sembrar. Así se forma una composta con fuerte cantidad de nitrógeno no gaseoso, presente en las hojas y tallos de las matas que forman el rastrojo. ¡Este es el mejor fertilizante! Además, es muy barato. También permite superar las plagas, como la gallina ciega o las hormigas, que se alimentan también de este rastrojo en vez de atacar a las plantas jóvenes.
Así, entonces, no se hace necesario comprar fertilizante. El problema es que los campesinos son forzados a comprar el fertilizante, para el que reciben créditos y subsidios, pero esto es un negocio turbio de las empresas con el gobierno.
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